“Te
advierto, quien quieras que fueres, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de
la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco
podrás hallarlo fuera.
Si
tú ignoras las excelencias de tu propia casa ¿cómo pretendes encontrar otras
excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros ¡Oh! Hombre,
conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses."
ORACULO
DE DELFOS
No puede ser de
otra manera. Todo empieza y termina en nosotros y en ninguna otra persona más.
Solemos descargar
responsabilidades en las circunstancias, en la suerte, buena o mala, en
aquellos que no nos entienden, en los que se empeñan en ponernos zancadillas,
en los otros a los que les caemos mal, al tiempo, a la falta de bondad de los
demás…a todo menos a nuestra parte de culpa en la falta de fe en uno mismo.
Cuando existe un problema,
todos los implicados tienen una parte de la solución y la tienen, porque está
en ellos mismos la parcela de piso firme que se ha de pisar para seguir
caminando.
Es más sencillo creernos libres
en lo que nos sucede. Descargamos el miedo siempre en otros y nos liberamos de
las consecuencias cuando no las relacionamos con nuestra persona.
Todo nace y muere en nuestro
interior. Todo lo que nos suceda pasa por lo grande de nuestro miedo. El éxito
final está directamente relacionado con él.
Lo contrario del amor no es el
odio, sino el miedo por lo tanto, absolutamente todo toma su peculiar posición
entre el miedo y el amor.
Actuamos en el pulso de
resolver esta dicotomía. Todo lo que nos sucede nos provoca una atracción o un
rechazo. En cualquier circunstancia nos inclinamos hacia ella con afecto,
compasión y estímulo o con el temor de no poder superarla, de vernos
restringidos en las respuestas que se precisan de nosotros o en temer que el
resultado concluyente no sea favorable.
La paz se construye con amor
hacia uno mismo, en primer lugar. La serenidad se trabaja en la aceptación
activa, no con en el sometimiento y la resignación negativa.
No podemos esperar estar bien
sin antes construir una actitud emocional de libre suceso. Es decir, reconocer
que cada uno tenemos nuestro propio plan de vida definido desde que llegamos aquí,
que lo que deba pasar pasará con y sin
nosotros y que es absurdo tratar de cambiar el rumbo de los
acontecimientos porque tienen un sentido final que entenderemos si nos
desprendemos de las cadenas que impone quererlo todo a cualquier precio.
No se puede tener todo. Hemos
venido a experimentar también las carencias, los vacíos y los fracasos, pero
sobre todo a demostrarnos a nosotros mismos como los encajamos.
Ahí estamos. Entre el querer,
el poder y el creer conseguir.
Estamos exactamente en el punto que nos
hayamos concedido como merecedores de todo lo bueno que esté por llegar.
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