Todos
estamos aquí por algo y sobre todo para algo. La idea de tener una misión, una
función y un objetivo, conlleva una tranquilidad implícita. Parece que tiene
sentido estar aquí y que de algún modo, ser necesarios, para alguien o para
muchos es nuestro destino.
La
idea de utilidad, sin embargo, puede hacernos caer en una trampa. Posiblemente
el afán por el bienestar de los demás reste el cuidado de uno mismo. En
definitiva, por muy justificado que esté vivir por otros, la experiencia que
estamos protagonizando es nuestra y solo nuestra.
Pienso
que en realidad estamos todos inter conexionados y que nuestra vida tiene
sentido también dentro de la red global de la existencia, para otros.
Creo,
sobre todo, que estar aquí significa experimentar el conocimiento, vivenciar
los sueños, las ideas o las teorías. Hacer, practicar, atreverse, comenzar, iniciar,
ejecutar, acompañar y toda clase de acciones que nos permitan hacer de la vida
una continua práctica.
Se
trata de reconectarnos, de recordar lo que ya está en nosotros, de levantar
suavemente el velo, de soplar ligeramente sobre el vaho que impide una visión
clara de lo que somos, de lo divino que incluimos y del propósito que traemos.
Ante
todo, se trata de saber que para conocer hay que protagonizar. Que no vale que
te lo cuenten, que no sirve escuchar solamente, ni quedarnos mirando como
observadores externos a la vida. Que hay que implicarse porque para eso la
vida, la nuestra, es solamente nuestra y aunque de refilón toque a las que se nos
cruzan durante ella, lo que suceda o deje de suceder lo ganaremos o perderemos
solamente nosotros.
Cada
día dudo menos. No quiero perderme ni un segundo, ni una vivencia ni nada que
esté destinado a mí. No quiero arrepentirme de no vivir en plenitud, el regalo
de estar aquí.
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