Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


jueves, 1 de agosto de 2013

LO PERFECTO Y LA INFELICIDAD



         Carl Jung creía que la imagen de la perfección está presente desde el nacimiento y que hay un arquetipo en el inconsciente humano que nos empuja hacia ella.
         Creo que la mayor parte de ese ímpetu hacia lo excelente perfecto, con todas las características que imprime en la personalidad de quien lo padece, tienen su raíz en la familia y por lo tanto, en la infancia. Padres críticos, autoritarios o difíciles de complacer crean hijos perfeccionistas.
La psicología opina que la persona que hace de la perfección una meta, hasta en los niveles más ínfimos, actúa impulsada por la motivación negativa interna de tratar de evitar la desaprobación, el rechazo y la crítica para ganarse la estima y la aceptación en su entorno.
         El perfeccionista, a estos niveles, es obsesivo, da vueltas al mismo error y vive rumiando el mismo pensamiento de equivocación todo el tiempo. Acepta mal el cambio perdiendo de vista que cada cambio trae un nuevo entrenamiento.
         La cuestión es que la autoexigencia no nos lleva a la excelencia porque ésta no se produce nada más que cuando eres capaz de elegir cómo nos vamos a sentir y de qué forma actuaremos para que todo se disponga a nuestro favor.
La insatisfacción crónica es tóxica y causa sufrimiento, sin duda, y por ello modifica nuestra capacidad de razonamiento impidiendo que actuemos con la plenitud de nuestro poder intelectual y creativo.
         Los perfeccionistas son muy críticos consigo mismos y también con los demás. Tienen muy baja tolerancia con los errores propios y los ajenos.
         Ser excelente se traduce, en realidad, en la habilidad para mejorar continuamente para lo cual se necesita estar abierto a los cambios, ser flexible ante el fracaso y aceptar los propios errores. Sólo al aceptarlos estaremos en condiciones de revertirlos.
         No tenemos necesidad de ser perfectos. Todo comienza en el interior. Si estamos en paz con nosotros mismos y con los demás, nada nos moverá de nuestro sitio.

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