Nuestro descanso nocturno tiene mucha importancia. Nos marchamos a la cama con todos los problemas del día, de la semana, del pasado y del futuro…a cuestas tras de nosotros, acostándolos en la almohada. No podemos evadirlos y cada vuelta que gira nuestra cabeza se encuentra con ellos susurrando en nuestro oído interno. No nos conformamos con dedicarles la mayor parte del día y les concedemos las preciadas horas de la noche donde deberíamos restablecer la armonía y el equilibrio cuerpo_mente para lograr la ponderación correcta del trabajo celular que nos mantiene sanos.
No damos importancia a la tóxica costumbre de acostarnos con nuestras angustias. Sería bueno invitarlas a quedarse fuera del dormitorio y a lo sumo, urgirlas a que nos esperen cuando salgamos al día siguiente porque estoy segura de que entonces ellas tendrán mejor cara y nosotros más serenidad para resolverlas.
En gran parte, el error está en elevar a tiempo real un tiempo que aún no existe. En ese tiempo imaginario, seguimos ideando todo tipo de males asociados a las dificultades que tenemos en el momento y lo que tiene una dimensión proporcionada se triplica en nuestra mente para asustarnos de mejor manera. No tenemos nada más que el momento presente.
Todos nuestros recuerdos están formados de momentos. Momentos en los que vemos, oímos o sentimos algo. Recordamos tan solo momentos. Con frecuencia la memoria es selectiva y juega a nuestro favor. En definitiva, el cerebro siempre persigue la supervivencia del organismo por eso lo acerca a aquello que más le beneficie. Si un momento ha sido especial o mágico entonces esa porción de vida vivida se convierte en lo mismo almacenándose para siempre. El secreto está en almacenar tantos momentos de ese tipo como se pueda y extraerlos del fondo de armario de nuestra memoria para reconstruir, cada noche, nuestra porción de satisfacción propia. Mullir el colchón de la felicidad pensando que el día que pasó, como el día que vendrá, no volverán a amanecer jamás y por ello no podemos desaprovecharlos.
Debemos aprender a tomar las cosas cuando vienen y a dejarlas ir, cuando se van.
Probemos a invitar a los momentos felices para que nos acompañen al dormitorio mientras dejamos las preocupaciones en la puerta de la calle caminando hacia la salida.
Hoy dormiré mejor. Estoy segura. Es necesario que me despierte feliz y así lo haré.
Antes de ir a dormir, antes de las fases del sueño, es el momento de abandonar todas las armas, de rendirse ante el maravilloso espectáculo del inconsciente. No hay nada que llevarse, todo está ahí.
ResponderEliminarXara