Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió.
El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de
ellas, y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el rebaño.
Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su
verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años.
Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó. Se quedó
estupefacto cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba
como una oveja más. No pudo por menos que decirle:
--Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre?
Pero el tigre-oveja baló asustado.
Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia
imagen.
Pero el tigre-oveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto
que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso
probarla.
--Pruébala -le ordenó el tigre.
Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne. En ese
momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció de golpe su
verdadera y propia naturaleza.
El ser humano está tan identificado con la burda máscara de su
personalidad y su ego que desconoce su genuina y real naturaleza. Creemos ser
de una forma y nos encontramos reaccionando de otra pero nunca hay que perder
el sentido de lo que cada uno somos y sobre todo, de nuestras fortalezas que
solamente se miden por la superación de las debilidades que nos asaltan.
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