Hoy
me gustaría comentaros el contenido de un nuevo libro: “Las
gafas de la felicidad” de Rafael Santandreu.
El autor analiza, con una claridad práctica absoluta, la necesidad o la
conveniencia del sufrimiento y los antídotos contra él.
Admiramos a las personas fuertes. La fortaleza
siempre ha sido un bien deslumbrante. Física o psicológicamente, de una forma y
otra, en cualquier manera, la fuerza gusta.
Si recordamos a los héroes de la infancia,
la fuerza era un componente imprescindible para ligarse a la bondad. Lo bueno se impone con el poder de la
potencia. Por eso, todos queremos ser fuertes.
Cuando uno crece, lo físico va dejando
de importar, entre otras cosas porque se deteriora y sería estúpido poner el
acento en algo que decrece. Sin embargo, nos damos cuenta que lo que puede
servirnos de atalaya, a la hora de sobrevivir, es el poder mental.
Habría que crear un club de los
fuertes. Un espacio, un lugar, un grupo para los que apostasen por el blindaje
emocional ante las dificultades de la vida.
No quiero decir un reducto de los vencedores, no. Simplemente un punto de encuentro e intercambio para aquellos
que quieran ejercer la fortaleza que seguramente todos llevamos dentro.
Podíamos comenzar por establecer unos
estatutos muy peculiares. Un reglamento
de operatividad básica que nos llevase a comprometernos en el cumplimiento de:
1.
Dejar de lado los complejos. No hay ningún problema que no pueda resolverse en el
hecho de tener algún defecto. Hay que huir de las “cualidades trampa” que
despiertan admiración pero que son poco válidas para resolver situaciones
reales ( belleza, capacidad de oratoria etc…) y desarrollar aquellas que nos
hacen crecer como persona: la capacidad de amar, tolerancia a la frustración,
la perseverancia…etc
2.
Ganar la partida al miedo: “Soltar la neura”. La forma de liberarse de una
obsesión es darse cuenta que en el peor de los casos, no pasa nada que no nos
permita continuar.
3.
Abandonar la queja:
Hay que dar menos importancia a la comodidad para no volvernos insoportables
ante cualquier contrariedad ( el ruido, las colas, los errores…)
4.
Vivir el presente,
como los niños que se instalan siempre en el “aquí” y en el “ahora”. Cada
mañana, nacemos otra vez.
5.
Apreciar la soledad: estamos demasiado encadenados a los demás; la
soledad, bien administrada y entendida, es una página en blanco sobre la que
empezar a escribir y planear nuevas metas.
La
felicidad no es algo que llegue de afuera. De poco sirve tener un contexto muy
agradable si en el interior solamente hay tristeza. Quien es feliz dentro de sí
mismo, conecta rápidamente con la felicidad que flota en el ambiente y en
cualquier objeto, situación o paso que de, podrá gozarla en plenitud.
Tú
decides. Solo tú.
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