Supongo
que todos nos proponemos buenos comienzos al inicio de año. ¿Te has preguntado
cómo lo llevas?¿Has adelgazado?¿Has superado la adicción a lo que sea?¿Has
iniciado nuevas rutinas?¿Has logrado dejar las pastillas que te ayudan a
dormir?¿Has decidido resolver lo que tanto te inquieta?...
Las
respuestas, seguramente, mayoritarias serían NO o, al menos, no del todo.
He
estado pensando que tal vez nada de lo que nos proponemos deba ser un reto, una
meta, un logro sin el cual tengamos la sensación de fracaso. Posiblemente, todo
es más sencillo.
Quizás
no debamos proponernos nada más que parar y detenernos. Dejar fluir, dejar
pasar, observar y ni siquiera analizar. No juicios, no víctimas ni verdugos.
Estoy
segura que el silencio y la mirada hacia el interior tiene mucho que decirnos
aunque no adelgacemos, aunque tengamos que seguir teniendo muletas para dormir
o no seamos capaces de iniciar nuevas rutinas de las que esperamos demasiado.
Cada
vez valoro más dejarme llevar por el plan que ahora no recuerdo pero que planee
en algún momento muy lejos de ahora, muy lejos del aquí…o tal vez demasiado
cerca.
Por
muchas piedras que estén colocadas en mi camino, por muchos escollos que tenga
que salvar, por todas las equivocaciones en las que caigo y caeré, no estoy
separada de lo que me tocaba vivir. Por eso, tal vez por eso quiero convertirme
en una observadora sin juicios. En un ser paciente aún en la acción.
Porque no
pasa nada, nunca. Nada que no sea lo que deba ser.
Feliz
tarde de domingo
(Espero
poder reanudar la historia de Owen en breve, cuando mis circunstancias vuelvan
a la normalidad).
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