Siempre, en todo momento, de cualquier
forma y en cualquier modo…ésta debe ser la cualidad más preciada.
Para uno mismo, para los demás, para los
compromisos, para la responsabilidad, para poder caminar con la cabeza erguida
y el corazón al aire.
Pero sobre todo para nuestra
tranquilidad. Para la serenidad a la que tanto anhelamos. Para dormir en paz y
despertar dichosos de estar en armonía con nuestro ser.
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“…Cierto día salieron a pasear juntas por
un lugar, donde se celebraba una hermosa fiesta, la Ciencia, la Fortuna, la
Resignación, la Honradez. En el camino dijo la Ciencia: Amigas, como puede
darse el caso de que nos perdamos unas de otras en la fiesta, es bueno convenir
el lugar donde podamos encontrarnos de nuevo: a mí podéis encontrarme en la
Biblioteca de aquel sabio médico, el doctor X que, como sabéis, es uno de mis
viejos y mejores amigos.
La Fortuna dijo: --Yo me iré a esperarlas en el lujoso palacio de aquel
poderoso millonario a quien, como sabéis, siempre acompaño.
La Resignación dijo a su vez: --A mí me encontraréis en la pobre y triste
choza de aquel viejecito a quien con tanta frecuencia veo, y quien, sin exhalar
jamás una queja, ha vivido tantos años sufriendo los horrores de su negra
suerte.
Como notasen las compañeras que la Honradez
se mantenía callada, le preguntaron: --A ti, amiga, ¿donde te encontraremos? La
Honradez, bajando tristemente la frente, respondió: --A mí, quien una vez me
pierde, difícilmente me vuelve a encontrar. “
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