sábado, 23 de marzo de 2013

EL VALOR DE LA SONRISA



La sonrisa tiene un inmenso poder. Sobre todo porque cuando aparece en los labios y está acompañada por la mirada, ilumina el poder de atracción sobre los demás. Es como si cuando se sonríe con sinceridad y amorosa libertad, todo quedase subordinado a su proyección.
Cuesta muy poco ser amable y sin embargo, los efectos que puede ocasionar en quienes están a nuestro lado o quienes llegan por primera vez, son determinantes.  
Si de mi dependiese, una de las asignaturas que debería estar en todos los currículos sería la de aprender a reconocer las emociones y a expresarlas debidamente. 
A los niños, posiblemente, no les haga falta aprender a reír, ellos lo hacen solos y por ningún motivo. Son capaces de enamorarse del viento, de la brisa, del chisporroteo del agua sobre la hierba o de todo lo que su imaginación pueda crear.
Todos estamos necesitados de afecto. La gran asignatura pendiente de la vida es aprender a expresar los sentimientos. Para algunas personas es imposible prácticamente. Tampoco verbalizan su necesidad de ternura, ni saben acercarse para darla.
Hay una mala literatura sobre la debilidad asociada a la expresión de lo que uno siente desde dentro y sin embargo, es lo que nos encontramos cada día y que no nos abandona nunca. Si nos hubiesen enseñado con absoluta naturalidad a reír y a llorar cuando se precisa, a decir lo que nos atormenta, a compartir lo que nos emociona…!!Ahora sería todo tan fácil!!.
La sonrisa es la primera puerta que abrimos hacia el interior cuando estamos frente a otra persona. Pero hay que saber sonreír también. Que no lleve acritud, que esté desprovista de condiciones, que se muestre amplia y franca, que nos susurre al oído, al encontrarnos con ella, que nuestro corazón esté siempre abierto al afecto y que es lo primero que ofrecemos antes de verbalizar el primer saludo.

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