En estos días, precisamente, uno puede hacerse cargo de la diferencia de actitudes que mantenemos a lo largo del año. Pareciese que las festividades marcasen los ritmos internos de nuestro bienestar. Nos dejamos arrastrar por una corriente lenta y dispersa, a veces, y arrebatadora y fulminante otras, que determina el signo de nuestro carácter. Si estamos en Navidad, la alegría, los buenos deseos y la esperanza brillan en todas las miradas. Si lo que se acerca es la Semana Santa, igualmente acomodamos el sentimiento al dolor de quien guía la celebración y la da sentido. El nacimiento y la muerte de ese Dios, presente para algunos y ausente para otros, parece representar el mismo destino que está preparado para el hombre. Un recorrido breve de existencia en el que se pasa muy pronto de la alegría de nacer a la desdicha de morir. En el medio, todo sigue siendo una cuestión de actitud.
La vida no es un sendero fácil pero los resultados de nuestras acciones, en relación con los problemas que nos asaltan, pueden ser asumidos desde diferentes formas de posicionarnos para acometer lo siguiente. Es difícil tener esperanza cuando todo parece ir mal. Pero es necesario aferrarse a ella para que vaya mejor. Nuestra energía vibratoria sintoniza con la frecuencia de lo que nos sucede. Cuando estamos seguros de que algo sucederá, fácilmente suceda. Podemos intervenir en el rumbo de las cosas con la fuerza del deseo. Podemos dirigir nuestros pasos con la firme intención de que llegarán a un destino. Podemos estar seguros de la fuerza inmensa de nuestras convicciones. Creer que podemos es estar pudiendo ya. La duda, el desasosiego, la permanente insatisfacción, la demoledora sensación de miedo y esa poderosa voz que nos asalta a cada instante para convencernos de nuestra impotencia, son los responsables del estado lamentable en el que a veces nos encontramos. Parados en un mismo punto. Sabiendo lo que debemos cambiar para que todo vaya mejor y manteniéndonos inmóviles, reflexionando sobre cómo debemos actuar para dar un giro a nuestra vida y siguiendo aferrados a la comodidad de lo conocido. Tememos que nos vaya mal y a veces, no nos puede ir peor. Creemos una actitud nueva en nosotros que nos mueva a cambiar lo que no nos gusta. Comencemos por realizar un acto de honesta confesión con nosotros mismos para saber dónde está el punto de inflexión de nuestro cambio. Atrevámonos a dar el primer paso. No perdemos nada por ello. Que nuestra actitud sea nuestra aptitud para que todo lo que anhelamos se cumpla. Tenemos la oportunidad de iniciarlo en cualquier momento pero quizá sea este el idóneo. Un nuevo año está a punto de comenzar y con su frescura será más fácil decidirnos por lo que de verdad nos gusta.
Muchas gracias, algo más que positivismo me parecen tus palabras. Es optimismo y un espejo de autoestima lo que nos ofreces en esta ocasión. Por supuesto, el impulso nos eleva. Un abrazo y mil deseos de Amor para tod@s.
ResponderEliminarXara
Gracias Xara!!...hemos de comenzar de nuevo...con el optimismo que quepa en nuestro corazón y más allá de las ganas que uno tenga de sonreir al futuro, hacerlo de igual modo!
ResponderEliminarUn beso
La inercia es muy poderosa, no porque sea muy fuerte, sino porque hemos olvidado lo fuertes que nosotros podemos ser ... y por perezosos, comodones, tristes, desengañados ... ufff, cuantas justificaciones
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Sergio por tu comentario. Efectivamente, hemos olvidado lo fuerte que somos y ello nos lleva a desesperarnos con frecuencia. Si no recordamos...al menos, creamos en nosotros!!.
ResponderEliminarUn abrazo