Hace
años, este día era el día de la madre. No me gustan los “día de”…aunque como he
dicho alguna vez, de otro modo, mucha gente nunca se pararía ni a recordar lo
que celebran.
Nunca
nos separamos del todo de ese cordón umbilical que nos ha unido a ella. Somos
parte de su cuerpo, de su alma… y eso tiene memoria.
Los
mejores y los peores dolores emocionales llegan a través de la relación con la
madre. No todo son mieles. Hay hijos/as que nunca han conectado con ellas o que
se han sentido rechazas sin saber el motivo o que ven diferencias dolorosísimas
que sienten como el más profundo abismo. Pero en cualquier caso, hablo de amor
y del dolor del desamor derivado de la incomprensión.
Todo
puede llegar a olvidarse. Todo borrarse de la memo
ria, pero lo único que
permanece por siempre es la palabra “madre”. Lo he visto muchas veces en
personas aquejadas de Alzheimer. Lo he visto en personas moribundas. Lo he
visto en momentos de peligro.
¡Madre
mía! Y ¡Dios mío!... expresiones a las que uno se aferra seamos creyentes o no.
De
cualquier forma, si somos madres o no, siempre seremos hijas/os y sabemos que
eso se lleva muy adentro; incluso cuando, por la causa que sea, reneguemos de
su forma de ser, de su pesadez, de su quejosa manera de instalarse en la vida o
de su forma de tratarnos.
He
dicho muchas veces que somos “victimas de víctimas”.
Posiblemente,
la clave para entender conductas que nos duelen con respecto a nuestra madre,
sea comprender lo que ella pasó, cómo fue educada, en que ausencias, en que
falta de afectos, en qué forma de ser excluida, en la manera de ser integrada.
Repetimos
esquemas aunque los rechacemos porque lo hacemos de forma inconsciente. Se
pegan a nosotros como adheridos con una cola fuerte de la que no podemos
sacudirnos.
Lenta
y apretadamente, van invadiendo nuestros modos y se instalan en las respuestas
automáticas llegando incluso a ser lo
principal de nuestro carácter.
Así
de irónica es la vida. Así funciona la respuesta por imitación.
Rescata
la imagen de tu madre. Si es amorosa y dulce piérdete en ella. Si es dolorosa y
abrasiva, compréndela. De cualquier forma, no olvides que existió ese cordón
umbilical que siempre te unirá invisiblemente a su corazón.
Por
todas las madres del mundo.
Ninguna
igual.
Todas
únicas.
Todas,
puro amor en sus millones de formas.
¡Por
ellas!