Hay
sueños que se sueñan sin pretenderlo. Sueños que invaden parte de la noche.
Sueños que se convierten en pesadillas.
Nada
hay tan real como un sueño cuando
sucede. Tal vez, la propia realidad sea un sueño de alguien. Una fantasía vivida
con crueldad y pincelada con retazos de felicidad a cuentagotas.
Cuando
hablamos de sueños nos acercamos a la nada. Parece que se esfuman nada más
vivirlos. Por eso también parece que carecen de valor.
Sin
embargo, he llegado a la conclusión de que los sueños son un excelente refugio
para las horas bajas. Un recurso magnífico para visualizar lo que se desea
cuando los ojos están abiertos. Un puente hacia otro mundo, porque olvidamos
muy frecuentemente que hay más mundos que éste. Que hay vida más allá de la
nuestra.
El
tiempo dedicado a los sueños no es perdido. Ni el que sucede cuando dormimos,
ni el que imaginamos cuando estamos despiertos.
Tal
vez no sucedan nunca. Posiblemente no ocurrirán así. Seguramente nada será ni
parecido a lo soñado, pero al menos habremos pasado un magnífico tiempo en la
cima de un supuesto placer que es más
puro incluso que el mismo deleite en acción.
Porque
nada sucede con más agrado que en la imaginación y si no preguntemos a nuestro magnífico
caballero andante D, Quijote de la Mancha. Él vivió, sin vivirlo, las más deliciosas
aventuras y el amor más puro sin que la propia realidad le llevase la
contraria.
Tengo
sueños por cumplir. A veces me da cierto respeto que lo que sueño sea más bello
que la realidad misma.
No
importa. Si la vida no me deja cumplirlos, si cuando se cumplan no son tan
exquisitos…nada sucederá porque me habré llevado lo mejor de cada uno en lo más
profundo de mis adentros.
Calderón
nos decía:
…”¿Qué
es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción;
y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños
son.”
Vida
y sueño…una misma realidad en la mente del soñador.