Abriendo la puerta...

"Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera"

Francoise de la Rochefoucauld


lunes, 6 de mayo de 2013

VALENTÍA ANTE LA VERDAD



Comenzamos el lunes con un breve cuento que nos recuerda el valor que hemos de tener para enfrentar la verdad. En ocasiones es más cómodo autoengañarse. Nos mantenemos en un estado de conveniencia paciente que a pesar de que nos mina por dentro, nos da la seguridad que creemos necesaria para continuar.
         La verdad puede llegar a ser dura, terrible y descarnada, sin embargo siempre es mejor que la trémula y blanda mentira recostada en un rincón del alma, absolutamente decidida a quedarse con nosotros hasta que nos devore por completo.

Veamos…

“Érase una vez un hombre que buscaba la verdad.

Un buen día llegó a un lugar en donde ardía una innumerable cantidad de velas de aceite.

Éstas se encontraban cuidadas por un anciano que, ante la curiosidad de este individuo respondió que ése era el lugar de la verdad absoluta.

Aquél le preguntó qué significaban sus palabras, a lo cual respondió que cada vela reflejaba la vida de cada individuo sobre la tierra: a medida que se consume el aceite, menos tiempo de vida le queda.

El hombre le preguntó si le podía indicar cuál era la de él

Al descubrir que la llama estaba flaqueando, a punto de extinguirse, aprovechó un instante de distracción del anciano y tomó la vela de al lado para verter un poco de aceite de ésta en la suya.

Cuando estuvo a punto de alzar la vela, su mano fue detenida por la del anciano diciendo: -"creí que buscabas la verdad"...

Reflexión
A veces en la búsqueda de la verdad, cuando creemos encontrarla nos resulta tan difícil asumirla que la negamos...

Sucede en la vida, ante traiciones, engaños, infidelidades.

Vamos buscando la verdad para confirmar nuestras sospechas y al descubrirla nos sentimos débiles para asumirla, ya que a veces la verdad es tan dolorosa que nos deja paralizados o nos sentimos morir al enfrentarla...

Optamos por negarla, o tomamos la parte que más nos beneficia y dejamos la que más nos perjudica...

Descubrir la verdad puede ser terrible, pero es mucho más doloroso convivir con la mentira...”


domingo, 5 de mayo de 2013

DOMINGOS LITARERARIOS



EL DÍA DE TODOS 
         No hay festividad que me parezca que nos pertenece más a la totalidad de las personas, al mismo tiempo. El día de la madre es un día en cuyo seno cabemos absolutamente a todos.
         Si somos madres, la celebración tiene un significado que cala hasta lo más profundo. Si no lo somos, independientemente de nuestro sexo, al menos todos hemos tenido una y sabemos cómo, hasta dónde y hasta cuándo perdura  la ternura con la que nos enseñaron a amar.
         No hay amor más incondicional, ni más siervo, ni más amo. No hay cariño tan duradero, ni que perdure a través del  tiempo, del espacio y hasta de la barrera más definitiva de todas: la muerte. Ni siquiera ella puede anular lo que hemos querido y queremos a nuestra madre, ni aminorarlo, ni desvirtuarlo.
         Es el único amor que nos deja plenos por siempre, el refugio al que siempre y de la forma que sea, podemos volver. El que nos sirve de tierno abrazo de llegada y de mochila de cariño en la despedida. Remanso de paz y quietud. Un siempre cerrar de ojos para reencontrarnos con ella en lo más profundo del corazón. Un hola sin adiós. Un beso sin retorno. La plena conciencia de la aceptación sin límites. El privilegio que supera el lujo de poder volver siempre al hogar perpetuo en ningún lado y en todos al mismo tiempo. Porque Ella es el hogar, esté donde esté.
         Éste es el único homenaje que celebro intensamente, el único que me invade por completo, porque si hay algo divino en la tierra, son las madres. Todas y cada una.
         Estoy segura que no hay mujeres más perfectas. Nadie más sincera, ninguna tan paciente. Y si en algo fallan alguna vez…es en amar demasiado y permitir, aceptar y arropar hasta lo inaceptable.
         Del sufrimiento, el silencio y la resignación lo han tomado todo. Y si de trabajo, entrega y dedicación se trata, también han sido las primeras.
         Estoy convencida que antes de nacer hemos elegido a nuestras madres porque no es posible, de otro modo, que las amemos tanto y por siempre.
         Son la primera palabra que asoma a nuestros labios y la última que se va de ellos.
         A todas. A cada una. A los que somos hijos. A las que somos madres. ¡!  FELICIDADES ¡!!

viernes, 3 de mayo de 2013

MI CREDO



No creo en conseguir una persona que “nos llene la vida”.
Creo en una vida llena para poder compartir con otra persona.
No creo en que el amor lo genera alguien,
Creo en que el amor está en nosotros y que de pronto se dispara por personas que comparten pensamientos y sentimientos idénticos o semejantes.
No creo en la exclusividad del dar y estar.
Creo en la actitud frente a la vida integral, con diferentes expresiones pero sin condiciones.
No creo en “creer” en alguien en muy poco tiempo.
Creo en hablar el mismo idioma, en el feeling, en la comodidad de estar cerca, en conexiones de energía, como ríos que se unen en un mismo curso.
No creo en el amor de hoy prometido rápidamente para toda la vida.
Creo en el respeto y la sinceridad. En el amor maduro que nos deja espacio para crecer juntos en la libertad de quererlo así…
Creo en el amor que dos deciden, en el amor que nos da la gana de compartir…sin presiones…ni exigencias…
No creo en esfuerzos unilaterales “por llegar” a ser lo que el otro quiere de nosotros.
Creo en la naturaleza del fluir y coincidir. El estar centrados para escuchar hasta dónde podemos llegar para equilibrar sin sufrir.
No creo en amar sufriendo.
Creo e amar en armonía. En que el amor es más y nunca menos, en el “te quiero” sin porqué…
Creo en las relaciones que nos apoyan en los malos momentos, que leen la mirada…que sonríen con el alma…que están!
No creo en callarse por no dañar…
Creo en la comunicación como la mejor vía para construir, coincidir y decidir.
Creo en la absoluta sinceridad al decir “ te amo” y también al decir “me voy”…
Creo en que la vida la construimos nosotros.
Creo en la frase que dice…la vida es 10% lo que nos sucede y 90% como reaccionamos ante ello, y lo único que nos puede asegurar que así sea es tener la valentía de enfrentarla sin miedos en el presente.
Creo completa y ciegamente en el amor puro, íntegro e incondicionalmente cálido, el que en esencia no  diferencia el maternal, el fraternal y el de la pareja.
Creo que al final de todo, todos nos pertenecemos de algún modo, nos influimos y nos construimos apoyando paredes mutuas.
Creo …en que en las distancias íntimas… el mejor lenguaje es el de la piel del corazón y creo que en él puede resumirse el código de la emoción que nos atrapará para siempre cuando nos instalamos con sinceridad en el AMOR.

jueves, 2 de mayo de 2013

LAS GRANDES PALABRAS



         Usamos demasiado las grandes palabras cuando en realidad, éstas deberían estar destinadas a momentos muy especiales donde el sentimiento fuese pura verdad a flor de piel.
Podemos engañarnos fácilmente con ellas. Amor, verdad, libertad, amistad…todo, siempre, nunca…imponderables que son incapaces de ser medidos, ni palpados, ni apresados entre las paredes de los vocablos que los encarcelan.
Podemos pensar que amamos intensa y profundamente y que éste sentimiento es infinito y eterno. Y puede que sea así y de hecho lo es. La eternidad está en el instante divino en que se producen, en el mismo en el que el corazón las atrapa sin remedio para siempre. Un siempre que puede durar tan poco como se sea capaz de soportar los contratiempos pero que no deja de ser, por eso, un infinito en stand by suspendido en la posibilidad de ser retomado.
Deberíamos ser pacientes con nosotros mismos y no obligarnos a rendir culto a palabras que mejor deberíamos evitar. Cuando el tiempo te demuestra, con su gran maestría, que nada es eterno y que todo cambia en el mismo instante de producirse, entonces, si tu inteligencia es práctica y analítica sabrá responder al reto de lo perdurable.
Creo que hay que tener cuidado con incluir en nuestro cotidiano ir y venir por los sentimientos, términos como “te quiero”, “eres mi vida”, “sin ti me muero”…y otras expresiones semejantes que sin tener que evitarlas, necesariamente, debemos depurar muy bien su finalidad para no confundir al otro, pero sobre todo para no engañarnos a nosotros mismos.
En el afán de demostrar cuán grande es nuestro amor estamos dispuestos a disparar con artillería pesada directa al corazón del que escucha. Posiblemente la intención, que al fin y al cabo es lo que cuenta, sea noble pero la realidad nos indica que después de la criba a la que nos somete cada estación, poco queda de la euforia de lo dicho.
No está mal, sin embargo que juguemos a lograr  instantes eternos, esos que se justifican una vida solamente por haberse producido y saber que en ellos y sólo en ellos son posibles las grandes palabras.
El resto del día, de las semanas, de los meses y de los años, sepamos rescindir nuestro afán de ser los más intensos, los mejores, los que más damos por menos porque a veces esas palabras solamente tienen el vestido que las arropa y en su interior hay un hueco tan vacío que se desploman con un simple soplo.